Fernando

Era tan obvio. Las luces del cielo se habían apagado, todo era tan obscuro como el corazón de Fernando.
Me asusta pensar en él, sobretodo cuando los días se tornan gises y la melancolía se junta en mi formando un nudo ficticio en mi garganta. Me asusta porque sé bien que ambos juntos evocamos al peligro.Somos tan distintos y no lo digo como si él fuera mi reflejo y su mano izquierda encajara en la mía, lo digo  más bien en el sentido de que somos mutantes, extraños que reciben miradas de desprecio y rechazos constantes, sin embargo, uno supondría, que somos almas gemelas, pero no es así, somos músicos de orquesta que por separado creamos la melodía indicada con el ritmo perfecto, pero si estamos unidos en una misma banda, desentonamos y somos expulsados con un punta pie a la calle, en fin, a lo que me refiero con esto es que no vamos por el mismo camino y juntos somos lo que se conoce como " desperdicio".

Estaba abandonada en una ciudad llena de transeúntes en la que todos  divagaban en sus memorias y sostenían  un cigarrillo entre sus dedos, la escena aparentaba ser un performance del olvido , todos estaban  tan dispersos que incluso aquel cigarro que todos sostenían desaparecía, de repente reaccionaban, simultáneamente, a la quemadura de sus manos mientras las cenizas planeaban en el aire hasta tocar la acera , acera que próximamente sería pisada por un niño ageno al entorno fúnebre y molesto, un niño que contrastaba con su inocencia, el pequeño mundo pagano que se había creado en la ciudad.
 Fernando se había alejado en el auto y yo no me inmuté, no voltee a ver ,como aquella novia de 1800 que espera el regreso de su amante con tantas ansias que casi es ridícula, sólo seguí caminando mientras pensaba que aquella despedida era la última, sabía que mientras andábamos en el auto y nos invadía un silencio ,que se hizo cotidiano con el pasar del tiempo  y que aprendimos a clasificarlo como semi-incómodo, nos dirijamos no sólo a la parada de bus, sino también al pelotón de fusilamiento de nuestro amor, sabíamos que aquella sonrisa fingida que esbozábamos  al vernos era tan sólo el abogado de un divorcio que estaba predestinado desde el primer beso.

A pesar de que los primeros indicios del fracaso relucieron en los primeros meses de nuestra relación, decidimos seguir adelante con un costal de frustraciones en nuestras espalda, no sabíamos, o al menos no queríamos saber, que las frustraciones, así como los besos, se acumulaban una tras otra. Nuestra experiencia en el amor fue un desastre, pero hay algo que debo reconocer, y es que nuestra  vida  debajo de las sábanas era maravillosa.
Recuerdo la primera vez que Fernando me tocó, estábamos en su habitación y lentamente desabrochó los botones de mi blusa, yo no decía nada, su rostro expresaba una mezcla de emociones, pero la que predominaba era la ternura, subió sus labios a los míos y me plantó un beso seguro que me hizo sentir el placer que él estaba sintiendo, todo fue tan rápido, como sus manos torpes e inexpertas se deslizaban por las mías y me abría las piernas con una fuerza tan excitante que me provocaba espasmos de pasión en el corazón. En es instante le quería, amaba aquella forma de mirarme después de una noche de sexo, como se alejaba dulcemente buscando un poco de espacio personal, amaba sus besos post-orgasmo y como su piel brillaba de gozo, lo quería ínfimamente y lo anhelaba, el fin parecía tan lejano, entonces él lo dijo, con todas las palabras que me quería y yo le dije con toda la certeza que yo sentía lo mismo y añadí que me inspiraba confianza, entonces el posó su mano en mi mejilla y me dio un tierno beso en la frente, bajó a la altura de mi nariz y repitió " me inspiras más que confianza", y esta fue la condena, el punto final anticipado.

 Era obvio que su corazón estaba lleno de pasión, pero yo necesitaba vida, pasión y dulzura, necesitaba unos pies que no vacilarán al bailar ni al caminar, necesitaba una especie de príncipe valiente, pero Fernando siempre fue un chico casero con ojos grandes para el televisor. Fernando asumía que lo que el me daba era lo necesario, y seguramente fue así, pero mi corazón siempre fue ambicioso, siempre he deseado más y esta a sido una virtud en ocaciones, pero esta vez, lo único que trajo consigo fueron desilusiones.
Al bajarme del auto, de forma rutinaria, le di un pequeño beso en los labios y le dije que le quería, pero no recibí  más respuesta que una dura sonrisa, era evidente, que la rampa de nuestra relación había tocado fondo. Entonces sentí como el corazón me estalló, pero aún no decido si fue un grito de libertad o de dolor. Lo cierto es que el cielo obscuro y la melancolía del ambiente, se habían hecho presentes para anunciar el fin de un amor frustrado. Y aunque las palabras no sentenciaron el final, el corazón había firmado un armisticio, y fuimos sentenciados a una metástasis de olvido.

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