Si yo tuviera que contar una historia de amor real contaría la nuestra.
Pasaba sus dedos por las palabras del libro con tanta fuerza como si quisiera arrancar las letras impresas y tatuárselas para siempre, lo cierto es que ya las llevaba tatuadas en el alma, tan profundo y tan marcadas, que relucía en sus ojos mientras recitaba cada párrafo con un entusiasmo que yo jamás había conocido. En ese momento escuchaba su voz alejándose poco a poco y el sonido de sus cuerdas vocales ya no podían alcanzar esa galaxia a la que me había transportado con su pasión. Entendí por fin, porque no hay peor ciego que el que no quiere ver, que eso es lo que sucedía cada vez que el recitaba sus monólogos interminables, yo me distanciaba para apreciar no solo sus ideas sino ese sentimiento que transmitía y siempre lo atribuí a un desinterés enorme que hizo que me alejara de él con el paso de los años, sin embargo, eso era lo que hacía, apreciaba no solo su extensa capacidad de usar palabras desconocidas para mi y hablar de valores y sueños inalcanzables para un mortal. Es gr